¿Las salsas 0% son realmente salsas? ¿Son sanas?

salsas 0 calorias
Contenidos

Con el paso de los años y el surgimiento de una nueva mentalidad más concienciada sobre el bienestar tanto mental como físico, dio lugar a la búsqueda de alternativas de las recetas de toda la vida. Las salsas fueron unas de las afectadas por esta tendencia por lo saludable, dando lugar a salsas sin calorías o salsas 0% calorías. 

Aunque podemos comprarlas en cualquier supermercado, siendo las salsas cero de PRIMA. Algunas de estas salsas son la de yogurt, de frutos rojos o de setas, entre muchas otras. Lo mejor es emplear buenos ingredientes, y la clave para no caer otra vez en salsas hipercalóricas es sustituir ingredientes grasos por otros saludables pero con similares características. Por ejemplo, en la salsa de setas, no emplear nata y en su lugar cambiarlo por caldo de pollo o agua. 

Las salsas sin calorías son el mejor aderezo de nuestras comidas en caso de que estemos buscando un modo de vida más sano y equilibrado. 

Beneficios de sustituir las salsas comunes por salsas 0%

Está claro que la comida casera o elaborada por nosotros mismos siempre va a ser más saludable y económica. Pero en el mundo de las salsas esto puede ser un poco relativo, ya que es cierto que hacerlas en nuestro hogar puede ser muy sencillo, comprarlas tampoco es una mala opción ya que es un producto que, bien refrigerado una vez abierto, aguanta varios días y acaba saliendo muy rentable. Ya sean salsas convencionales o light, su precio no es excesivamente alto. 

Por lo tanto, disfrutar de los beneficios de las salsas 0% calorías está al alcance de todos. Algunos de estos son: 

Menor índice calórico que las salsas convencionales: Las salsas ligeras son una muy buena opción para toda persona que busque reducir las calorías diarias consumidas sin renunciar a comidas ricas y sabrosas. 

Nutritivas: Muchas de estas salsas son más nutritivas que sus contrapartes ya que al elaborarlas se pretende sustituir determinados ingredientes por otros más naturales, saludables y llenos de beneficios nutritivos para nuestro organismo.

Más ligeras: Pasa lo mismo que en el punto anterior. Durante la preparación de este tipo de aderezos light se trata de reducir sus calorías, por lo que alimentos pesados como la nata, aceites o harinas son eliminados y cambiados por variantes más ligeras, como agua, queso batido, etc. 

Proteínas y músculo: Algunas de estas salsas, si se busca correctamente, pueden contener suplementos proteicos incluidos en su receta. De hecho, muchas de ellas son recomendadas para utilizar en determinadas carnes para las dietas de masa muscular. Los aportes semanales de estas salsas nos supondrá un aporte nutricional clave.

Sabor y textura: Las salsas convencionales acaban empalagando hasta a los paladares más entrenados. Esto se debe a los ingredientes de dichas salsas, basadas principalmente en aceites espesos. La gran mayoría de las salsas 0% crean su base con otros ingredientes, creando una textura mucho más fácil de digerir y sobretodo saborear.

El origen de las salsas

Se conoce como salsa a la mezcla líquida de ingredientes, los cuales pueden ser tanto fríos como calientes. Estas fueron elaboradas con la finalidad de acompañar otros alimentos, desde carnes hasta pescados o mariscos. Podemos encontrar una amplia variedad en cuanto a su textura, ya que existen salsas con una consistencia similar a la de un puré como salsas bastante líquidas que casi parecen un caldo. Este condimento tienen la capacidad de potenciar el sabor del plato, creando sensaciones únicas para el sentido del gusto y del olfato. 

¿Dónde nacieron las salsas?

Hay algunos escritos del siglo I a.C que señalan que los romanos fueron de las primeras civilizaciones en emplear estos condimentos en sus comidas. Estos usaban el garum, considerada la reina por excelencia de la cocina romana, la cual estaba elaborada con intestinos de pescado, como por ejemplo de caballa, marinados en salmuera, posteriormente fermentados al sol y aderezados con varias especias para darle más sabor y aromas. Incluso, el gastrónomo romano Marcus Gavius Aspicius citó esta receta de salsa en su libro «De re coquinaria», además de otros términos como el liquanum, que se refería en términos generales a un conjunto de salsas como la salmuera usadas para marinar ciertos alimentos, o zumos usados en aquella época. 

Muchos años después, ya en la Edad Media, estas salsas de pescado fueron sustituidas por otras de sabores más potentes y, sobre todo, picantes. Destacan el «verjuice», la «cameline» o la «dodine». 

Ya en el siglo XVIII es cuando se empieza a explorar más este mundo culinario, creando salsas más elaboradas, ricas y con un toque más groumet. Uno de los principales impulsores de esto fue Francia, país donde los libros de cocina comenzaron a tener su auge. Podemos destacar al escritor Marie-Antonie Carême, que dedicó parte de su vida a estudiar y clasificar las salsas, tanto las nuevas como las ya descubiertas. 

Carême elaboró un ranking el cual dividía las salsas en distintas familias muy diferenciadas. Estas son: béchamel, velouté, espagnole y allemande. A partir de estas clasificaciones, Marie-Antonie creó un sistema jerárquico que establecía que cualquier salsa conocía partía de una de estas familias. 

Un siglo después, ya en el XIX, el relevo de Carême lo tomó Auguste Escoffier, que defendía que el arte culinario debía ser considerado una profesión. Además, se encargó de reorganizar la clasificación de su antecesor, dando lugar a cinco en lugar de cuatro familias: Tomate, hollandaise, espagnole, velouté y béchamel. Esta nueva lista fue empleada por los cocineros durante todo el siglo XX. 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.